Que es la desviación mental?


Bienvenidos a la desviación mental de Mr. Root(Gustavo) y Nekro(Rodrigo). 2 cinéfilos, literatos, músicos, paranoicos y probablemente sociópatas con serios problemas mentales que crean un espacio para proyectar sus pensamientos, ideas y más que nada, sus frustraciones en textos AMATEUR para enriquecer el ocio del ser humano pegado a una computadora.

miércoles, 9 de junio de 2010

Dresvel

Se me agolpaba el clémiso cada vez que sabía de ti. Una sobrehumítica agopausa me golpeaba cada vez que quería dirigirte la palabra. Estabas sentada una banca delante de mí, en la iglesia abandonada por el odio de su pueblo que sabía que aquel templo era solamente señal de que todo es para siempre.

Todo en ti me disgustaba, tú sonrisa, tu cabello, tu mirada angelical cuando decías algo en tono inapropiado, cuando sabías que cuando maldecías cosas en nadsat o pretendías cantar en kobaia no eras agradable y de verdad no lo eras.

Por eso estoy aquí, en esta cristina rezando el Ave Dumma, por eso estoy recordando cuando solías ser la reina del dengue, cuando estabas en tu trono junto a mí, cuando tenías ataques y desmayos y yo seguía hablándote sin sospechar lo recayente de tu estado. Mientras la espuma corría por tu boca recordabas tus intentos por construir tu reino de arte y castillos con los cuadros de colores impares de juegos para niños que muy en el fondo terminan siendo acertijos matemáticos infinitos.

¿Recuerdas cuando pretendías no conocernos? Aquellos tiempos donde me acercaba a ti y pretendíamos ser príncipe y princesa, caballero y señorita, en noches de diciembre donde a nadie le importaba quien eras. Con tus dulces palabras y sollozos renegabas nuestra condición amorosa, con odio y lujuria salvaje, cuando nuestra entrañable enemistad y parecido interminable nos llevaban a cortarnos lentamente con los dientes nuestros labios, cuando lo externo era solo un pretexto para no nos importara lo que sentíamos en el interior.

No extraño aquellos tiempos, sobraban cuando las paredes se derretían o sangraban, cuando nuestras manos se extrayuxtaban y moría de ganas de tomarte entre mis brazos y decirte que no quería que te suicidaras mientras te veía caer tras empujar la silla con tus pies.

Entre las paganidades del evento ritual se oían como gritos tus rezos incesantes:

¡Dresvel, dresvel!

Sentía como el piercing de tus labios se oía tronar entre mis memorias cada vez que me reclamabas que no prestaba interés a lo que sentías y era correcto porque no lo hacía. Era como un sacerdote esperando cada día llegar más rápido al infierno abusando de su condición divina para sentir la adrenalina cada vez que asesinaba a alguien o comía con tal gula que pondría envidioso a cualquier rey.

Me levante de la banca para retirarme y recordé eso que siempre me decías "La música expresa lo que no puede ser dicho y aquello que no puede dejarse en silencio" nunca supe apreciarlo hasta ahora, porque sé que solo en recintos administrativos como la iglesia puedo quedarme callado.

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